viernes, 4 de octubre de 2013

Ahora mismo solo tengo claro una cosa: tengo miedo.

Tengo miedo. Y no es fácil reconocerlo. Creo que es una de las cosas más difíciles del mundo decir que tienes miedo. Es complicado pararte y decir: tengo miedo y lo peor de todo es que no sé cómo acabar con ello.
Hay muchas cosas. Miedo al futuro, a quedarme sola, a crecer, a cambiar, a no saber elegir. Miedo a ser mayor y aceptar que lo soy.
Me tengo miedo, mucho. Y todo esto nace de una decisión, si es buena o mala aún no lo sé porque todavía no la he tomado. Y el tiempo no me ayuda, cada vez me queda menos para elegir. Además, es muchísima la presión que tengo encima. Todos creen que voy a elegir bien, que voy a estar segura cuando tenga que decidir y que voy a hacer lo correcto.
Y esto es para mí la vida ahora, una nube gris muy densa que no me deja pensar ni concentrarme, que me hace plantearme once veces las cosas antes de dar el siguiente paso. Y vuelve otra vez el miedo.

Llorar no sirve, ni gritar, ni intentar olvidar que estoy asustada, porque es verdad, y no lo puedo negar. ¿Por qué nadie pregunta cómo me siento? Indecisa, insegura, caótica, asustada diría. La gente te puede aconsejar, pero la decisión es solo mía y si me equivoco voy a ser yo la que lo sufra.




Y ojalá apareciera Peter Pan esta noche en mi ventana para llevarme a Nunca Jamás.

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